6.1. El testimonio de Carmen, una mujer de 95 años que reside con su esposo en un centro residencial concertado con la Diputación Foral de Bizkaia
Carmen es una mujer de 95 años llena de vida. Con una vestimenta impecable y un aspecto muy cuidado, rebosa vitalidad y sentido del humor. Ha trabajado toda la vida como profesional liberal. Ha pasado una guerra civil, una posguerra y otras muchas vicisitudes; a pesar de ello, mantiene intacta su alegría. Aún se emociona al recordar que perdió a su primer novio en el frente –"un dolor que te dura"– y asegura que los mejores años de su vida fueron los que pasó desde sus ochenta a sus noventa años, en compañía de su querido esposo Javier, cuando aún ella gozaba de total autonomía y él, incluso, podía conducir.
Hoy en día, los dos viven en un centro residencial concertado con la Diputación Foral de Bizkaia donde afirma sentirse muy bien tratada.
Según nos comenta, su declive comenzó cuando tenía 91 años, cuando perdió la fuerza de sus manos y fue intervenida quirúrgicamente por ello. Hasta entonces había llevado la casa, las comidas… con la ayuda de una persona para las limpiezas. A partir de aquel momento, tres mujeres se turnaban para atenderles a ella y a su esposo Javier y una cuarta para los fines de semana. En palabras de Carmen, "aquello era un guirigay terrible, así que decidimos que había que irse a una residencia".
Realizaron todos los trámites precisos para ingresar en una residencia privada pero ésta fue derruida.
En ese momento, Carmen recurre a una persona de su confianza que le pone en contacto con el centro residencial en el que actualmente reside, para que le orienten y faciliten la tramitación del ingreso. La trabajadora social de dicho centro residencial le guía en todas las gestiones necesarias, entre las que se incluye la solicitud de valoración de dependencia.
Ella nos refiere que una doctora del Colegio Oficial de Médicos fue a su domicilio a hacerles la valoración.
En un primer momento, ninguno de los miembros de la pareja obtiene el reconocimiento de su situación de dependencia, siendo valorados como autónomos. Ello no les permite acceder a una plaza de la red foral. Por ello, solicitan la revisión de esa valoración mediante la aportación de nuevos informes médicos en los que, entre otras circunstancias, se da cuenta de las secuelas que algunas heridas de la guerra le dejaron a su esposo Javier.
Tras la revisión, se reconoce la situación de dependencia de su marido, lo que le da derecho a acceder al servicio foral de atención residencial. Ella ingresa también en calidad de cónyuge de persona en situación de dependencia, de acuerdo con la previsión de la normativa vizcaína.
A Carmen las cuestiones técnicas sobre la tramitación de su ingreso le confunden: "me han dado que no necesito a una persona todo el día"; "a mí me han dado dependencia"; "¿Qué grado? Creo que no está escrito, pero me han dado inválida"; "nosotros hemos entrado por la Diputación". Pero, desde luego, esto no le preocupa, siente que ha sido bien informada y orientada y que ella y su marido han conseguido lo que deseaban, estar bien atendidos. Mensualmente pagan entre el 85% y 95% de sus ingresos.
A la vista de los detalles que nos refiere Carmen puede decirse que el recurso de atención residencial con el que cuentan les proporciona una atención sociosanitaria integral.
Lo cierto es que los dos miembros de la pareja están encantados con su nueva situación; ellos decidieron venir a vivir a la residencia libremente, ya que veían que en su casa tenían ciertos problemas con algunas actividades de su vida diaria; estos problemas en el centro los tienen solucionados. Así Carmen nos dice: "estás contenta porque te levantan".
Además, como están en un entorno cercano a su domicilio anterior, no ha supuesto un gran cambio para ellos y reciben habitualmente las visitas de sus sobrinos.
En el día a día se levantan, y tras el aseo y el desayuno, Carmen suele acudir a misa y a las actividades del departamento de animación que haya esa mañana. Su esposo Javier suele dedicar mucho tiempo a la lectura. Después de comer y descansar, suelen bajar de nuevo a actividades generales de animación. Carmen tiene en la residencia una amiga con la que charla a menudo. En verano, salen mucho al jardín del centro y los fines de semana suelen recibir visitas de familiares.